septiembre 13, 2024

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Del Carnaval habanero solo queda una mala caricatura

La primera Reina del Carnaval fue elegida en 1908 y se llamó Ramona García. Recibió regalos por valor de 25.000 pesos y una vivienda en la calle Concepción.
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Carnaval de La Habana. (Foto referencial: Granma)

LA HABANA, Cuba.- Tradicionalmente, los carnavales se celebraban en febrero, pero en la década de 1960 el gobierno cubano los pasó para julio, para hacerlos coincidir con las celebraciones por el ataque al cuartel Moncada.

Las vistosas carrozas de antaño se redujeron a la mitad en tamaño y cantidad. No hubo más Reinas ni Luceros, ni serpentinas, ni confetis, ni caretas. Los trajes de los bailadores de las comparsas ya no tuvieron el colorido de los antiguos.

Luego de 1970 a los carnavales les fueron reduciendo el espacio en que se desarrollaban hasta limitarlos a un tramo del Malecón, desde el Parque Maceo, hasta el monumento al Maine, detrás del Hotel Nacional, en La Piragua.

Los del ayer ocupaban todo el Paseo del Prado, desde la Fuente de la India, en Monte, hasta el Castillo de La Punta, en la Avenida del Puerto. Desde los palcos o gradas, mientras se comía y bebía, se podía ver todo el espectáculo, muy variado y pintoresco. 

Las típicas comparsas del carnaval representan a los barrios y zonas de la capital. Dentro de las históricas y más populares están: Los Marqueses de Atarés, Los Componedores de Batea, El Alacrán y Los Guaracheros de Regla. Posteriormente se creó la Comparsa de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), cuyos integrantes bailan en chancletas de madera.

La historia del Carnaval Habanero se remonta al siglo XVII. En los días festivos del Corpus Christi, Día de Reyes y las carnestolendas (de donde proviene la palabra carnaval), los esclavos africanos de los llamados Cabildos de Nación eran autorizados a salir disfrazados, tocar sus tambores y bailar en las calles, en algo parecido a lo que serían posteriormente las comparsas.

Esas celebraciones fueron reflejadas en las obras de escritores costumbristas y de pintores como Federico Mialhe y Víctor Patricio de Landaluze.

En 1902, los carnavales como los que conoceríamos fueron autorizados por el gobernador de la ciudad, Carlos de la Torre.

La primera Reina del Carnaval fue elegida en 1908 y se llamó Ramona García. Era trabajadora de la fábrica de cigarros Susini, y recibió regalos por valor de 25.000 pesos y una vivienda ubicada en la calle Concepción, en el barrio capitalino de Lawton.

Una de las últimas reinas elegidas durante la República, en 1955, fue Dinorah del Real, una popular actriz, locutora y presentadora de comerciales en la televisión.  Mujer de gran porte y belleza, también fue maestra normalista.   

Luceros que se destacaron fueron la actriz Ana Viñas, en 1958, quien después sería la modelo de la cerveza Hatuey; la modelo y bailarina Mayda Limonta en 1960, única mujer negra en alcanzar esta categoría, y la actriz Daysi Granados, en 1961.  

En 1962, en los primeros “carnavales socialistas”, las candidatas a reinas y luceros debían tener entre 15 y 25 años y representar a un sindicato. La selección se realizaba siempre en la Ciudad Deportiva. La primera elegida fue una joven llamada Berta Yero.

En 1974, en la última elección de reina del carnaval que hubo, ganó María Félix Castillo Lemus, en representación de los trabajadores de la Aviación Civil. El público tenía como favorita a la muchacha con el número 14, pero fue eliminada por el jurado en la primera vuelta porque no representaba a ningún sindicato. Los asistentes reaccionaron con gritos y abucheos. Los animadores Germán Pinelli y Consuelito Vidal no pudieron contener la indignación del público.  

Los detractores del certamen aprovecharon aquel incidente para lograr la suspensión definitiva de la elección de reinas de carnaval. “¿Quién ha visto que en el socialismo haya reinas?”, decían.

La cantante Juana Bacallao, poco tiempo después, en su show en el cabaret Palermo, satirizó el suceso al caminar todo el escenario con un cartel con el número 14, haciendo que los asistentes se desternillaran de la risa.  

Luego de instituir el gobierno una Comisión del Carnaval, los festejos perdieron la espontaneidad. Y poco a poco los carnavales habaneros, bajo el castrismo, se fueron convirtiendo en una mala caricatura de lo que una vez fueron.

En las últimas seis décadas, el carnaval capitalino, que ha sido suspendido en varias ocasiones (entre 2020 y 2023 no se celebraron por la pandemia de la COVID-19), se puede resumir en algunas tarimas para las orquestas que animan bailables en zonas determinadas, quioscos con bebidas alcohólicas y pequeños puntos de venta de alimentos ligeros. Son frecuentes las riñas entre los asistentes, en ocasiones, con armas blancas. 

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Jorge Luis González Suárez

Periodista independiente

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