MIAMI. – Dariel Fernández llegó a Estados Unidos como miles de cubanos. Con poco más de 20 años tuvo la suerte de ganar la lotería de visas y no dudó en escapar de la dictadura que marcó su infancia en Cuba, discriminándolo por su fe católica. Los inicios no fueron sencillos, pero encontró en la democracia estadounidense el espacio para crecer como persona, empresario y luego como servidor público.
Desde sus primeros pasos en pequeños negocios hasta alcanzar uno de los cargos más importantes del gobierno local como recaudador de impuestos del condado de Miami-Dade, Dariel ha demostrado que el éxito en el exilio fue posible para él porque combinó el esfuerzo personal, los valores familiares y las oportunidades que solo un sistema de libertades puede ofrecer.
Cuéntanos sobre el hogar en el que creciste y tus primeros años de formación
Nací en Güines, pero me crie en Madruga. Ahí di mis primeros pasos. Desde niño fui curioso, siempre preguntando todo. Me eduqué en un ambiente muy ligado a la Iglesia Católica, con valores muy firmes. Las Hijas de la Caridad tenían su casa a tres cuadras de la mía, y crecí con Dios como el centro de mi vida.
Comencé mis estudios en un jardín de la infancia al lado de mi casa, luego hice la primaria, la secundaria, y terminé en el politécnico estudiando electricidad. Siempre me gustó la tecnología, arreglar cosas. A veces desarmaba un radio y después no sabía cómo volverlo a armar. Recuerdo especialmente uno, que era el único en la casa, y cuando mi madre vio que no lo podía armar, se armó un buen lío.
¿Sufriste discriminación por ser católico?
Sí. La dictadura castrista nunca toleró que los jóvenes participaran en actividades religiosas. En la escuela nos prohibían llevar la pañoleta por ir a la iglesia. Pese a eso, fui muy activo en la Iglesia Católica, daba catecismo y ayudaba en comunidades rurales.
¿Cuándo comenzó tu deseo de emigrar?
Siempre tuve claro que el sueño americano no es tener una casa o un carro, sino la libertad de poder crecer como persona y emprender. En Cuba, el régimen totalitario te asfixia, quiere controlarte en todos los aspectos. Sabía que tenía que salir de allí.
Llegué a Estados Unidos solo, con 22 años, gracias al bombo. Recuerdo que el día que llegué, le dije a un amigo: “¿Dónde voy a trabajar mañana?”. Vine con muchas ganas de echar pa’lante. Mi primer trabajo fue en un taller de autos, lavando carros y cambiando alternadores. Ganaba $250 o $300 a la semana. Al principio trabajaba tres turnos al día: en una empresa americana, luego en un condominio, y de noche en CVS. Dormía muy pocas horas, pero sabía que el esfuerzo era la única forma de avanzar.
¿Al hacer tu vida en un nuevo país, rompiste con Cuba?
Al llegar a Estados Unidos, rechazaba todo lo que me recordaba al régimen: la bandera, el escudo, hasta el color verde. Sentía que todo eso les pertenecía a ellos. Pero un amigo me ayudó a entender que esos símbolos son de Cuba, de su pueblo, y que no podemos permitir que nos los arrebaten. Fue un proceso de reconexión con mis raíces y con la verdadera identidad cubana, separada de la dictadura.
Es fundamental apoyar a quienes están rescatando la historia real de Cuba, como Lilo Vilaplana con sus películas Plantados y sobre la UMAP. La dictadura cambió y manipuló la historia, y es nuestra responsabilidad que no se olvide la verdad: que hubo campos de concentración, represión, y que el castrismo ha destruido generaciones.
¿Cómo te iniciaste en los medios de comunicación?
En un retiro espiritual conocí al director de Radio Paz 830 AM. Me ofreció trabajar y también aprender sobre ventas publicitarias y marketing. Así empecé a trabajar en la radio, produciendo programas para figuras como Ángel Saavedra, Agustín Acosta y Ambrosio Hernández. Luego me dieron un espacio propio en televisión, justo cuando nacían YouTube y Facebook. Fui pionero en redes sociales, aunque nunca busqué ser un “influencer”.
Pasate de comunicador atener tu propia empresa…
Vi la necesidad de unir marketing y tecnología, así que fundé mi propia compañía, donde ofrecemos soluciones de publicidad, desarrollo de software, websites y aplicaciones. Empezamos de a poco, buscando las personas clave para desarrollar proyectos y brindar servicios a clientes pequeños y grandes.
¿Por qué decidiste involucrarte en política local?
Cuando trabajaba en la radio, la gente venía a pedirme ayuda para resolver problemas porque conocía a muchos políticos locales. Así me di cuenta de que podía hacer más por la comunidad desde dentro del sistema.
Después de fundar mi negocio, me integré más en la política local. Fui electo presidente del movimiento Somos Más, un cargo que desempeño hasta hoy, y también me incorporé activamente al Partido Republicano, donde siempre estuve inscrito por los valores familiares, el apoyo a los pequeños negocios y la defensa de un gobierno pequeño y transparente.
Fui electo como Community Council Member en Miami-Dade, un puesto donde representamos a áreas no incorporadas del condado, tomando decisiones sobre problemas locales. Esto me permitió conocer de cerca cómo funciona la política en Estados Unidos, algo que en Cuba no existe.
Después de muchos años donde ese cargo era designado, se aprobó una enmienda para que fuese electo por voto popular. Me postulé como candidato republicano, gané la primaria y luego la elección general, convirtiéndome en el primer cubanoamericano en ser electo recaudador de impuestos en los 67 años de historia del condado.
Con tantos proyectos, ¿cómo logras equilibrar tu vida personal y profesional?
Nada de lo que he logrado sería posible sin Dios en mi vida y sin el apoyo incondicional de mi esposa Caroline y mis hijas, Elisa y Anastasia. Mi familia es mi mayor motor. Primero está Dios, después mi familia, luego el negocio y la política. Ese es mi orden de prioridades. Trabajo cada día en el presente, porque el pasado no se puede cambiar y el futuro es incierto, pero el presente sí puede transformar lo que viene.
Juan Pablo II decía que la familia es la base de la humanidad. Cuando tienes eso presente en tu vida y en tu corazón, cada día tratas de ser mejor persona y de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Nosotros, como familia, hemos trabajado en eso. No somos perfectos, cometemos errores, pero el esfuerzo por ser mejores seres humanos está siempre.
Hablabas del legado del exilio cubano. ¿Si tuvieras que escoger un referente, alguien a quien quisieras llegar a igualar como servidor público, quién sería?
Han sido muchos: Jorge Mas Canosa, Lincoln Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen, Marco Rubio… todos han marcado tanto la política local como la nacional. Pero más allá de nombres, creo que cada persona tiene una responsabilidad social. Todos podemos cambiar la realidad que nos rodea si asumimos ese compromiso.
Muchos inmigrantes prefieren no involucrarse en la política. ¿Qué les dirías?
Les diría que si no participan, serán víctimas de lo mismo que vivieron en Cuba. La indiferencia no cambia nada. Como decía Oswaldo Payá: “La noche no será eterna”. Hay que mantener viva la memoria histórica y enseñar a las nuevas generaciones lo que realmente hace el comunismo.
Es importante entender que la política de Cuba es una cosa y la de Estados Unidos es otra. Cuando se sabe separar esas dos realidades, tienes más herramientas para ayudar de verdad. Debemos ser la voz de los que no la tienen dentro de la isla, como José Daniel Ferrer o Maykel Osorbo, y amplificar su mensaje.
¿Piensas volver a Cuba algún día?
No. No volveré mientras la dictadura exista. Respeto a quienes tienen razones personales para regresar, pero critico a quienes viajan a hacer turismo y sostienen con su dinero al régimen. Cada cual es responsable de sus acciones. Mi compromiso es con la libertad, y creo que apoyar a esa dictadura, directa o indirectamente, es traicionar a quienes sufren dentro de la isla.
¿Qué opinas de los negocios en EE.UU. que tienen vínculos con el régimen cubano?
Todo el que haga negocios con la dictadura es cómplice. Hay empresas que lavan dinero del castrismo, sobre todo en sectores como los envíos. Las leyes que se han pasado, como la del gobernador DeSantis, que prohíbe negocios estatales con miembros del Partido Comunista chino o cubano, son el camino. Hay que golpearles donde les duele: el bolsillo.
¿Cuál crees que es la clave para debilitar la dictadura cubana?
Asfixiarla económicamente. Esa dictadura se sostiene con remesas, negocios y turismo. Cada día están más acorralados, sin el apoyo de Rusia o una Venezuela fuerte. Lo vimos el 11 de julio; el pueblo no salió a buscar vacunas, salió a gritar “Libertad”. Hay que seguir presionando económicamente, sin descanso.
El cambio va a llegar. Puede ser en un año, en dos, en tres, pero va a llegar. La dictadura está sostenida por menos de mil personas que controlan a nueve millones. Cuando todos entendamos la responsabilidad que tenemos, ese día llegará.
En una futura Cuba democrática, ¿te gustaría contribuir con tu experiencia?
Por supuesto. Como hoy ayudamos en la República Dominicana a través de una fundación católica estaré dispuesto a apoyar a Cuba. Pero ese cambio debe ser impulsado desde dentro. Hay que enseñar a los cubanos que deben trabajar para sostener a sus familias con el fruto de su esfuerzo.
Los cubanos de la otra orilla están siendo afectados por las nuevas políticas migratorias de Estados Unidos. ¿Qué opinas?
Muchos llegaron como refugiados políticos y regresaron a Cuba en tres meses. Eso ha afectado la credibilidad de nuestra causa. Estados Unidos no puede cargar con los problemas de todos los países. Hay que respetar las leyes de esta nación que nos abrió las puertas.
Para cerrar, ¿cuál es tu mensaje final para la comunidad cubana?
El centro de la vida debe ser Dios. Todos vivimos en este planeta y debemos enfocarnos en lo que nos une. A los cubanos dentro de la isla les digo: la libertad está en sus manos. Y a los que estamos fuera, este país nos dio una oportunidad que nuestra propia tierra nos negó. Respeten a Estados Unidos. La culpa de nuestros problemas no es de otros, es de la dictadura cubana. La ley y el orden son fundamentales. Si vienes a destruir esta nación, te van a buscar, y yo seré el primero.