LA HABANA, Cuba. – El régimen cubano ha reclutado un gran número de agentes en muchos países y plantea una amenaza grave y continua para la seguridad internacional. Mientras, las universidades han constituido uno de los objetivos fundamentales de La Habana, y Estados Unidos ha sido el principal blanco de los espías, agentes y colaboradores de la Dirección de Inteligencia (DI) de la Isla.
Así lo demostró un reciente informe de Archivo Cuba (AC), una organización sin fines de lucro fundada en 2001 para promover los derechos humanos mediante estudios y publicaciones.
La autora del informe y directora de AC, Maria Werlau, se basó en información proporcionada seis exfuncionarios de la DI. Tres de ellos son Enrique García, José Cohen y Orlando Brito, quienes desertaron en 1989, 1994 y 2002, respectivamente. Los seis escribieron una declaración abierta sin precedentes coordinada por el AC. La información proporcionada por estos desertores contribuye a revelar una estimación del alcance externo de los servicios de inteligencia de Cuba.
“Al menos 362 oficiales dedicados a los EE. UU. manejan alrededor de 4.657 relaciones de inteligencia, de las cuales 2.506 (60%) probablemente serían agentes que proporcionarían información clandestinamente, y 1.370 (40%) serían ‘confiables’ o relaciones ‘útiles’, que son gestionadas públicamente por funcionarios de la inteligencia cubana que se hacen pasar por diplomáticos, periodistas, académicos, empresarios y otros”, detalla el informe.
Tan solo en los Estados Unidos podría haber más de 500 “ilegales”, quienes son “oficiales de inteligencia cubanos altamente capacitados que operan bajo condiciones profundas y de largo plazo cubiertos con identidades supuestas de otras nacionalidades”.
En América Latina y el Caribe el número es de alrededor de 125 oficiales de la DI que estarían gestionando al menos 1.625 relaciones de inteligencia.
Los espías, agentes y colaboradores de Cuba operan en Estados Unidos y múltiples países “dentro de sus respectivos gobiernos, medios de comunicación, universidades, iglesias, empresas, sindicatos y otros, incluso en los niveles más altos y sin levantar sospechas. El reclutamiento se logra mediante chantajes, pagos en efectivo o negocios y privilegios exclusivos y, en la mayoría de los casos, explotando motivaciones ideológicas para ‘defender la Revolución’ o causas radicales bajo el pretexto de la justicia social”.
La academia estadounidense: un terreno fértil para el reclutamiento
Según explica Werlau, la infiltración en la academia estadounidense ha sido uno de los principales objetivos de los servicios de inteligencia cubanos, para lo cual la DI contó con capacitación y recursos de la KGB soviética desde 1960.
“Está dirigido a graduados universitarios, especialmente de escuelas de élite, porque eventualmente ascienden a posiciones de poder en sus respectivos países. (…) Entre los reclutas más valiosos de Cuba se encuentran los jóvenes estudiantes universitarios que eventualmente son guiados para infiltrarse en las áreas más sensibles de sus gobiernos. (…) La contratación en las universidades es una gran inversión en inteligencia porque los jóvenes idealistas son fácilmente manipulables y, una vez reclutados, colaboran durante muchos años y se mantienen comprometidos con la relación secreta incluso si maduran y se dan cuenta de su error”.
Entre los reclutados en las universidades estadounidenses se cuentan Víctor Manuel Rocha y Ana Belén Montes. El primero es un exembajador de Estados Unidos con larga carrera diplomática; fue detenido el 1 de diciembre de 2023 y sentenciado a 15 años de prisión tras declararse culpable de servir como agente de Cuba durante tres décadas. La segunda, en 2001 fue condenada a 25 años de prisión por espiar para Cuba. Ambos tuvieron acceso a información altamente sensible cuando espiaban para el régimen cubano.
Entre las universidades priorizadas aparecen Yale, Harvard, MIT, Berkeley, Columbia, Princeton, Universidad de Pennsylvania, Duke y Stanford; así como otros centros ubicados cerca de las misiones diplomáticas de Cuba (el Hunter College, en Nueva York; y Georgetown y American, en Washington, D.C., por ejemplo) y universidades de Miami, la gran sede del exilio cubano.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile también han constituido blancos de la inteligencia cubana.
Según el informe, el régimen de Cuba suele emplear sus embajadas como centros de inteligencia, lo cual permite a la DI operar bajo fachada diplomática. Por ejemplo, dentro de la embajada de la Isla en México se orienta a los profesores y estudiantes reclutados en California.
En Cuba, los agentes del régimen también trabajan para reclutar a visitantes que asisten a congresos e intercambios académicos.
La DI cuenta igualmente con numerosos agentes y colaboradores de la enorme red internacional de solidaridad con Cuba, constituidos en unas 1.649 asociaciones de amistad en 150 países, 73 asociaciones de antiguos alumnos en 62 países, y 109 “Grupos Parlamentarios de Amistad” creados en cinco continentes cuyo objetivo es influir en la política exterior a favor de la “Revolución Cubana”.
“El hecho de que agentes cubanos hayan operado a niveles tan altos dentro del mundo académico durante décadas ha multiplicado el impacto a lo largo del tiempo, ya que cada agente reclutado tiene la tarea de detectar personas para la DI con características y puntos de vista que los convierten en reclutas potenciales. El tema es de tanta importancia que, en 2014, el FBI emitió una alerta al sector privado describiendo el agresivo trabajo del DI en el mundo académico”, advierte Werlau.
Para la investigadora, es desconcertante que tantas personas en posiciones privilegiadas en países libres estén dispuestos a traicionar a sus gobiernos para apuntalar una dictadura totalitaria.
“Esto es especialmente desconcertante dado que la ‘Revolución Cubana’ evidentemente ha fracasado en su promesa de mejorar la vida de la gente. Que la academia occidental ofrezca a la DI una oportunidad favorable de caldo de cultivo es, posiblemente, una de las razones principales”, apuntó.
Un espía cubano
Uno de los exfuncionarios de inteligencia entrevistados por la autora señala a la Universidad de Denver como institución preferida para la DI. En este centro han estado en vigor, durante años, amplios intercambios académicos con Cuba.
Asimismo, “insiste en que no es casualidad que un hombre al que considera aún siendo un oficial leal de los servicios de inteligencia de Cuba, Arturo López-Levy, obtuvo su Ph.D. allí e impartió clases de política comparada y materias similares”.
Un exoficial de inteligencia que solicitó el anonimato, afirmó que López-Levy “fue su par en los servicios de inteligencia y fue especialmente entrenado y preparado con una ‘leyenda’ para infiltrarse en la academia de los Estados Unidos, primero asumiendo su herencia judía, penetrando en la comunidad judía en Cuba; luego viajó a Israel y finalmente llegó a los EE.UU.”.
“Desde la Universidad de Denver se diversificó y rápidamente se convirtió —probablemente gracias a otros agentes o colaboradores de Cuba— en un experto preferido en Cuba en los principales medios de comunicación y un influyente activista que aboga por los intercambios y la normalización de relaciones de Estados Unidos con la Cuba comunista”, sostiene la fuente.
La desinformación
Werlau se cuestiona cómo la visión romántica de la “Revolución Cubana” y la “épica” de su lucha de David contra Goliat ha logrado calar en los Estados Unidos. La instrucción respecto a Cuba en este país “ignora la Cuba real para la mayoría de la población y aspectos esenciales de la historia, fracasos, abusos y alto costo humano de la dictadura”.
Por ejemplo, se ignoran las guerras y la subversión de Cuba en varios continentes, su intervención en Venezuela, sus alianzas con narcoguerrillas y dictaduras como las de Corea del Norte, Irán, Rusia y Nicaragua. Asimismo, se pasan por alto las penurias y falta de libertades impuestas al pueblo cubano durante más de 65 años y, en su lugar, se culpan por ellas al embargo estadounidense.
Esto responde, según Werlau, a que la incidencia de agentes dentro de la academia —y en general— ha sido respaldada por un gigantesco aparato creado en Cuba para la desinformación y la propaganda, el cual Fidel Castro consideró como “el principal alimento de la Revolución”.
La desinformación fue la táctica de guerra ideológica-psicológica preferida de los soviéticos y una pieza clave del manual estratégico de la KGB en su guerra ideológica a largo plazo contra los Estados Unidos.
Los archivos recuperados de la Stasi contienen evidencia de que la Inteligencia cubana tenía agentes de penetración desde la década de 1970, cuando empezó a desarrollar “medidas de influencia y desinformación operativa contra la comunidad de inteligencia estadounidense, que había obtenido resultados de muy alta calidad”.
Según Ion Mihai Pacepa, exdirector de Inteligencia Exterior de la Securitate rumana, citado por Werlau, una operación de desinformación tiene éxito cuando los principales medios de comunicación publican afirmaciones inventadas que su público llega a aceptar como ciertas.
Por su parte, el desertor de la KBG Yuri Bezmenov dijo que “una vez que la guerra ideológica, o cualquier ‘medida activa’ en la jerga de inteligencia, había logrado consolidar una idea, la información veraz —incluso cuando se presenta con hechos y evidencias auténticas— no rompía el adoctrinamiento”.
Esto explicaría cómo el Che Guevara se convirtió en un mito y se extendió como modelo de “hombre revolucionario”.
Una amenaza real
Durante décadas, la DI ha disfrutado de una asignación privilegiada de recursos financieros y logísticos, llevando a cabo un trabajo ofensivo sistemático de largo plazo sin normas éticas, legales y restricciones administrativas.
“En cambio, en los países y gobiernos democráticos, existe un desconocimiento generalizado de la amenaza que representa Cuba debido a una mezcla de arrogancia, ignorancia, falta de visión y la influencia de los agentes cubanos en los gobiernos, los medios de comunicación, la academia y el mundo empresarial. Todo esto se traduce en una mala asignación de recursos para una gestión eficaz de la contrainteligencia, que ya depende de las prioridades cambiantes y a corto plazo que emanan de sistemas democráticos sujetos a elecciones periódicas”, sostiene Werlau.
Por tales motivos, el informe termina citando la carta de los seis desertores cubanos, la cual insta a los gobiernos a asignar suficientes recursos de contrainteligencia, mejorar el proceso de autorización de seguridad, controlar la acreditación de diplomáticos cubanos, preparar adecuadamente a los funcionarios gubernamentales y legisladores que trabajan con Cuba, y alertar a los sectores objetivo (como visitantes, estudiantes, académicos y empresarios) sobre las tácticas de los servicios de inteligencia el régimen de la Isla.
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