LA HABANA, Cuba. – Todo comenzó cuando Giangiacomo Feltrinelli viajó a La Habana en 1968, convocado de urgencia por Fidel Castro junto a otros importantes editores europeos, o quizás mucho antes, cuando en 1955 el italiano, obsesionado con los radicalismos de la extrema izquierda, fundó el grupo editorial que lleva su apellido y se dio a publicar en grandes tiradas, a costa de su fortuna personal, desde el Manifiesto Comunista hasta los escritos de Lenin y Mao.
La Revolución Cubana lo atrajo, pero la violencia que había conducido a los rebeldes a la victoria lo sedujo hasta convertirlo en fundador de un grupo terrorista en Milán (Grupo de Acción Partisana, GAP), que aspiraba a tomar el poder en Italia por la fuerza y más tarde extender las guerrillas por toda Europa, tal como el argentino Ernesto Che Guevara planeaba hacerlo por Sudamérica y África.
Giangiacomo Feltrinelli no estuvo entre los primeros extranjeros en arribar a la Isla apenas se instalaron los barbudos en La Habana, pero, como editor, lo hizo en 1964 con la idea de conocer personalmente al cabecilla guerrillero, nacido el mismo año que él, en 1926, y proponerle la publicación de una autobiografía que él mismo se encargaría de escribir, traducir y vender por todo el mundo, una idea que Fidel Castro no rechazó de plano, en tanto al italiano le precedía la fama por la primicia de haber publicado la novela Doctor Zhivago, que le valió el Premio Nobel a Boris Pasternak en 1958.
La biografía de Castro jamás llegó a concretarse, pero Feltrinelli, en cambio, unos años más tarde, se llevó a casa un negocio mucho más lucrativo que esa vez no se le ocurrió a él sino a aquel dictador en ciernes que, bajo los primeros intercambios personales, le pareció “impulsivo, ambicioso, retórico, ideológicamente confuso”, “que no escuchaba” e “inepto para gobernar” en tanto “dirigía el país como una empresa”. (Biografía Senior Service, de Carlo Feltrinelli, sobre su padre, Tusquets, de 1999).
Nace la franquicia
Castro no era precisamente lo que, desde su idealismo, había pensado Feltrinelli, pero sí era lo que le convenía desde su pragmatismo de empresario exitoso, desde sus más íntimas ambiciones que, aún muy joven, lo hicieran abrazar el comunismo —a pesar de ser dueño de una de las mayores fortunas de Italia—, aunque antes lo había hecho, por muy breve tiempo, con el fascismo de Benito Mussolini, quien en 1943 había pasado unos días como invitado en una de las villas de los Feltrinelli, en Gargnano, hoy convertida en hotel de lujo.
La muerte de Ernesto Guevara en Bolivia, en 1967, había provocado un repentino cambio de planes tanto en el negocio editorial de Feltrinelli, como en el de exportar las guerrillas, y de paso la “Revolución Cubana” por todo el planeta.
Apenas Fidel Castro tuvo en sus manos la copia del Diario del Che, que le enviara el ministro del Interior boliviano, supo que este podía convertirse en un lucrativo negocio, cuyo núcleo radicaba en la divulgación masiva del documento, pero cuyo objetivo a muy corto plazo era la creación de una gigantesca franquicia a partir de la construcción de un tipo de “superhéroe” de carne y hueso que, idealizado y convertido en ídolo de la izquierda radical, pudiera seducir a los jóvenes de todo el mundo, pero sobre todo a fortunas como la de Feltrinelli.
Castro vio en los sucesos de Bolivia una oportunidad única, de modo que aún no se había enfriado el cadáver de su amigo de armas cuando ya había convocado a un verdadero festín de editores y publicistas. A La Habana acudieron los más importantes, desde Maspero, en Francia, hasta los de Siglo XXI, en México. El Diario del Che en Bolivia era carne fresca y se vendía muy bien, pero Feltrinelli le había agregado más “valor” al “producto”, usando una foto que le cediera gratuitamente Alberto Korda y que de inmediato el italiano supo transformar en icono, así como en su producto estrella, del cual llegó a vender millones de copias entre camisetas, banderas y souvenirs.
Según declaraciones de Korda, él mismo no obtuvo ni un centavo por derechos de autor, pero el astuto Feltrinelli se llenó los bolsillos, y de paso le hizo llegar la parte correspondiente de las ganancias a Fidel Castro.
Lo hacía por medio del personal diplomático de la dictadura, a quienes entregaba todos los meses un maletín con dinero en efectivo, específicamente francos suizos, según recuerdan varios testigos (entre ellos Carlo Feltrinelli, que lo plasma en la biografía citada). Tanto Castro como Feltrinelli esgrimían como justificación que el dinero sería destinado a los movimientos guerrilleros en América Latina, así como a los tantos proyectos de divulgación política e ideológica que fueron creados por esos años, en especial los emanados de la Primera Conferencia Tricontinental (Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina), celebrada en La Habana en enero de 1966 y en donde se tomaron decisiones y se emprendieron acciones importantes sobre los movimientos armados de izquierda en el orbe, teniendo a Cuba como cuartel general, a través de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL).
En realidad, con esas primeras transacciones en francos suizos de Feltrinelli a Castro, por medio de las embajadas en Europa, más que una articulación política internacional, nacía un esquema de negocios que poco a poco se fue consolidando y dio paso a la OSPAAAL, y posteriormente al Instituto de Amistad con los Pueblos, como principales coordinadores de los llamados Grupos de Solidaridad con Cuba —con el doble fin de respaldar a la dictadura cubana en el exterior, desestabilizar gobiernos por medio de la violencia, así como sostener financieramente al castrismo ya sea aportando capital, información, contactos y hasta testaferros con la misión de crear empresas off-shore en paraísos fiscales.
Así, mediante el apoyo de grupos de solidaridad, por ejemplo, surgió y se mantiene en Londres el Havana International Bank (Havin Bank). De igual modo, casi la totalidad de los negocios de italianos en Cuba —que incluye la presencia de alguno de ellos dentro de la familia Castro— tiene su génesis en esos grupos, que no por casualidad el más importante y antiguo de ellos lleva el nombre de Giangiacomo Feltrinelli (Asociación Nacional de Amistad Italia/Cuba, Círculo Giangiacomo Feltrinelli, de Salerno), que junto con la fundación homónima, ha sido responsable de articular numerosos viajes de Aleida Guevara March bajo el pretexto de promocionar la obra de su padre.
En agosto de 1967, Feltrinelli comenzó a publicar la edición italiana de la revista Tricontinental, de contenido puramente doctrinal. En uno de los números de esa publicación se incluyeron instrucciones para la fabricación de una bomba de mano artesanal, y en otro se explicaba cómo transformar un fusil de caza en un lanzador de bombas incendiarias.
Feltrinelli, finalmente, se convirtió en guerrillero. En 1970 pasó a la clandestinidad y en 1972 murió, cuando le explotó la bomba que preparaba para un atentado con el que pretendía dejar sin luz a toda la ciudad de Milán. (Feltrinelli y los orígenes del terrorismo revolucionario en Italia, Juan Avilés Farré, de la Universidad de Educación a Distancia de España).
Feltrinelli-Guevara March, el negocio cambia de manos
El oportunismo de Castro atrajo al oportunista de Giangiacomo Feltrinelli a Cuba. E igualmente fue el oportunismo de la familia Guevara March el que cambió las reglas del juego en los años 90 cuando decidió tomar parte en la franquicia, una vez que Fidel Castro abrió las puertas al capitalismo que tanto decía aborrecer, y lo menos que necesitaba era que alguien le recordara las ideas extremistas del Che sobre el asunto, aunque en el verano de 1997 echara mano al descubrimiento de los restos del guerrillero en Bolivia para calmar a la ortodoxia comunista y, de paso, desviar la atención sobre la crisis interna en la Isla y su creciente impopularidad.
Una muerte oportuna había puesto en manos de Feltrinelli uno de sus productos más vendidos y mejor cotizados, el Che, e igual el deceso del italiano en los años 70, la caída del campo socialista a inicios de los 90 (del sostén económico de la dictadura), colocó a la familia Guevara March allí donde antes había sido excluida, bajo el pretexto de lo dictaminado por Ernesto Guevara en la “carta de despedida” que le dejara a Fidel Castro antes de marchar a Bolivia, donde aclaraba que no dejaba “nada material” a su mujer e hijos.
No obstante, Aleida March Torres, viuda de Ernesto Che Guevara, había decidido pactar, a espaldas de Fidel Castro, un nuevo acuerdo con los herederos de Feltrinelli, en virtud de su papel de albacea de la obra de su esposo.
La negociación fue tan exitosa que el dinero recibido por la cesión temporal de los derechos de autor al grupo italiano, más el pago retroactivo por lo no remunerado desde la muerte de Giangiacomo en 1972, le alcanzó para levantar en pleno “Período Especial”, un majestuoso edificio equipado con tecnología de punta para la conservación y restauración de documentos, al frente de la misma parcela de la calle 47, entre Conill y Tulipán, en Nuevo Vedado, donde se ubicaba la casa familiar de los Guevara March.
Aunque la institución, que en parte funciona como una fundación, fue nombrada como Centro de Estudios Che, jamás recibió la aprobación de Fidel Castro para su inauguración oficial.
Tampoco la prohibió, ni hubo reproches por la “traición” de quien ya anteriormente había sido considerada desleal por contraer matrimonio con un antiguo miembro de la escolta del Che, pero retiró todas las “atenciones especiales” y su interés personal a la familia Guevara March. No obstante, les permitió continuar con sus negocios.
Hubiera sido demasiado escandaloso que el disgusto entre ambos trascendiera a la prensa extranjera, así como las interioridades de los acuerdos anteriores y actuales con el difunto Feltrinelli.
Más allá de Feltrinelli
Hoy los negocios de Aleida March y sus hijos se extienden más allá del ámbito original de los Feltrinelli, con quienes mantienen un acuerdo bastante lucrativo. La franquicia “Che Guevara” abarca, además, el Proyecto Editorial Che Guevara, promovido por los grupos Ocean Sur y Ocean Press, pero administrado directamente por Aleida Guevara March, quien actualmente se desempeña como sustituta de su madre, casi nonagenaria, en la dirección del Centro de Estudios Che.
Esto le exige pasar buena parte de su tiempo enredada en litigios por los beneficios económicos que les provee el fantasma del guerrillero. Como el acontecido a mediados de 2014, contra la empresa farmacéutica cubana Labiofam, tras el anuncio del lanzamiento al mercado de dos fragancias con los nombres Ernesto (Che Guevara) y Hugo (Chávez). Las quejas de la familia Guevara March condujeron a la censura del proyecto luego de que el grupo estatal, perteneciente al Ministerio de la Agricultura, se negara a compartir las ganancias comerciales derivadas del uso de la imagen del Che.
También se recuerda la querella de Aleida Guevara March contra el grupo político latinoamericano de extrema izquierda “Revolución o Muerte”, que de manera gratuita puso a disposición del público, en su sitio digital, el texto íntegro de Apuntes críticos a la economía política, de Guevara. En esa ocasión, la hija del Che reclamó la exclusividad de los derechos de comercialización de un legado que considera “privado”.
Así lo ha hecho constar la familia en los documentos enviados a París, a mediados de los años 90, para el registro ante la UNESCO de la papelería del Ernesto Guevara de la Serna, con el propósito de que fuera nominada para el Registro Mundial de la Memoria del Mundo. Se trata de otro modo de obtener fondos, además de los ya recibidos de las editoriales mencionadas.
Aleida March y su hijo Camilo Guevara (fallecido en 2022) presentaron la solicitud como “patrimonio privado”, en coordinación con Pablo César Groux Cañedo, por la parte del Gobierno de Bolivia (que guarda en las bóvedas del Banco Central de Bolivia, en la gaveta A-7, el original del Diario del Che), y con el auspicio del Ministerio de Cultura cubano, y el apoyo del brasileño Frei Betto. En los “detalles del nominador” se puede leer que Aleida March de la Torre es albacea de la Colección Documental y directora del Centro de Estudios Che.
Los otros Guevara y sus otros negocios
Frente al gran negocio fundado por Aleida March Torres (nacida en octubre de 1936), que genera millones de dólares al año tan solo por concepto del uso de imágenes, giras internacionales, conferencias y derechos de autor, el resto de los emprendimientos de los demás miembros de la familia Guevara March son insignificantes.
No hay pruebas que ayuden a afirmar que el capital empleado en la creación de las empresas, a nombre de hijos y nietos del Che, que en los últimos días han salido a la luz —alguna de ella registrada apenas un año atrás en Estados Unidos— se deriven de los beneficios económicos que genera la franquicia primeramente explotada por Fidel Castro y luego heredada por la viuda de Ernesto Guevara de la Serna. Pero, sin dudas, el apellido y la poderosa influencia del círculo familiar del Che les han servido para abrirse camino en un escenario donde es extremadamente complicado emprender un negocio con éxito si no se cuenta con el padrinazgo de algún personaje importante de la dictadura castrista.
Así, en octubre de 2017, vimos que Will Grant, corresponsal de la BBC en Cuba, dedicaba un reportaje al negocio personal de Ernesto Guevara March, hijo menor del Che, que consistía en hacer rutas turísticas por Cuba en motocicletas Harley-Davidson.
Se trataba de Tours La Poderosa, nombrado así en referencia a la Norton de 500cc con la que su padre recorrió las Américas.
Se dijo en aquella ocasión que había empleado “capital extranjero” para crearla y que trabajaba con “varias compañías cubanas de titularidad estatal”. El periodista también señalaba que los turistas se sentían atraídos por la propuesta debido al “vínculo de la empresa con el Che Guevara”.
Más recientemente, han salido a la luz otras empresas que dirigen los hijos de Ernesto Guevara March tanto en España como en Estados Unidos.
Roberto Guevara Cañedo, alias “Obe”, aparece como administrador único de Energías Renovables Guevara SL., creada en agosto de 2020 y con domicilio legal en Paseo de la Castellana, 194, 28046, Madrid, España. También ha sido fundador y CEO de SolSystems, registrada el mismo año.
Antes había sido analista financiero de un concesionario de la Mercedes-Benz en Madrid, así como especialista de ventas para Jaguar y Land Rover en España. Según consta en sus redes sociales, realizó estudios de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Europea entre 2014 y 2019. El 23 de mayo de 2023, adquirió la nacionalidad española.
Por su parte, Marcos Guevara Cañedo, también nieto del Che, es, junto con su primo Eyder Castillo Henríquez, dueño de la empresa Global Trades and Supplies LLC, fundada el 4 de enero de 2024, en Florida, y con domicilio en 1424 NE Miami Place, 2504, Miami.
Marcos, en sus redes sociales, se describe como un “apasionado de las energías renovables”. Es graduado de Economía por la Universidad de La Habana (2013-2019) y cursó másteres en Administración de Negocios en la Universidad Europea, de Madrid, entre los años 2021 y 2022. Es fundador de SolSystems junto con su hermano Roberto.
En La Habana, había sido asesor financiero del Grupo Kapan Internacional, entre junio de 2020 y marzo de 2022. Es amigo, desde los tiempos de la universidad, de Luis Guillermo de Cárdenas, nieto de Guillermo García Frías y heredero de sus negocios.
También, junto con su hermano, aparece como “apoderado solidario” en NEXTVARA SL, desde agosto de 2023. Se trata de una pequeña empresa, con sede en Barcelona, dedicada fundamentalmente a la venta e instalación de paneles solares (Fuente: Boletín Oficial del Registro Mercantil de Barcelona).
A través de Global Trades and Supplies LLC, Marcos Guevara Cañedo mantiene un negocio de ventas de materiales de construcción en La Habana. Tanto en sus redes sociales como en las de su madre —que coordina las ventas en Cuba— promociona la comercialización al detalle o al por mayor de manta granulada, imprimantes, pinturas impermeabilizantes y “productos italianos directos de fábrica”.
Elena Cañedo Varona, madre de Roberto y Marcos, es licenciada en Economía por la Universidad de La Habana. Además de la venta de materiales de construcción, renta un apartamento de lujo a extranjeros en La Habana Vieja, que se promociona como Loft Puerto Habana, a solo unos metros de la Avenida del Puerto. Es hija de Rolando Cañedo, un corredor de autos de los años 60 que fuera campeón de varias competiciones, entre ellas el Gran Premio Libertad. También es un conocido corredor de karts. Fue especialista principal en SASA (Servicios Automotores S.A., empresa perteneciente a GAESA).
En fin, ninguno de los hijos y herederos del guerrillero Ernesto Guevara de la Serna, símbolo de la izquierda mundial más extremista y violenta, cómplice del “genio creador” que hundió a un país próspero en la miseria, hoy se gana el sustento cortando caña o haciendo trabajo “voluntario”.
Al contrario de lo predicado por su padre en contra del capitalismo y el capital, han decidido divorciarse de su ideología e, irónicamente, han creado una franquicia muy lucrativa con el fantasma comunista heredado. Con toda la hipocresía necesaria para hacerle creer al mundo que honran su “legado”, aunque sin llorar por su recuerdo y facturando por su muerte.