Hace muchos meses gozo de un tiempo libre envidiable. Eso es lo que creen mis amigos y mi familia. El único que pudiera afirmar lo contrario es Geómetro, mi perro, pero, increíblemente, no habla. Yo también quisiera disponer de mi tiempo cómo se me antoje, pero sobrevivo aquí relajao. O eso intento.
El domingo 11 de julio salí a la calle porque me di cuenta de muchas cosas. Me cansé de ver cómo vivo, cómo vive mi padre. No puedo mentirme. No sé de qué manera él sigue defendiendo esto. Y no puede saber nunca que también salí a la calle por ella.
Lo más importante del sexo no es el sexo en sí. Durante muchos años creí que se trataba de una puesta en escena, donde el guion era el único elemento pernicioso de la obra. Donde ninguno de los implicados sabía, tampoco, el momento exacto en que tocaba pasar de la mirada intranquila y el corazón tartamudo, al instante en el que nos tragábamos a besos y queríamos arrancarnos la ropa.
Es tarde para lo que voy a sugerir, pero a nadie se le ocurra entrar en modo «despecho» en plena segunda temporada de cuarentena. Para quienes aún no salen del bache, lo dice un tropecista profesional, les quiero informar una cosa: a algún cretino se le ocurrió que el 29 de julio es una buena jornada para «celebrar» el Día Internacional de Mal de Amores. Pero hoy es 30, el día después.