«Si yo pudiera hacerte venir»: La teoría de los orgasmos, por el doctor «Acostaraña»

Lo más importante del sexo no es el sexo en sí. Durante muchos años creí que se trataba de una puesta en escena, donde el guion era el único elemento pernicioso de la obra. Donde ninguno de los implicados sabía, tampoco, el momento exacto en que tocaba pasar de la mirada intranquila y el corazón tartamudo, al instante en el que nos tragábamos a besos y queríamos arrancarnos la ropa.
Yo era muy chamaco para no querer otra cosa que verla desnuda y tirarme encima de ella, y venirme encima de ella, y quedar dormido encima de ella. En las descargas con los amigos, era ese un tema constante del que cada cual disertaba a conveniencia. «Eso está probado por la ciencia. Al hombre, después de eyacular, le entra sueño y no le importa más nada», decía uno. «Yo no», decía otro. «Yo he me he venido dos veces sin sacarla».
De mi círculo de amigos siempre fui el más joven, y por ende, el de menos experiencia. Los escuchaba y pensaba «esta gente son unas bestias». No parecía haber fallas en la lógica de ninguno. Así tiene que ser. A la hora de templar se trata de gozar al máximo, de verla erizarse completa, de pedirme que no pare y cuando uno no pueda aguantar más, soltarlo. Luego uno crece, se da cuenta que todo ese tiempo ha vivido engañado. Lograr que la mujer llegue al orgasmo, al menos a uno, es más difícil.
Siempre que me he enfrentado al cuerpo de una mujer me siento vulnerable, porque el sexo no tiene una categoría mejor que la de combate a muerte. Aparentemente hay toda una metodología establecida que demanda de mucha práctica y paciencia. Cada cuerpo es la justa medida de lo diferente.
El orgasmo de una mujer es insignificante para el hombre machista. Venirse no es solo «pinga y disgusto». Si tan solo detuvieran su meneo insípido para observar, preguntar dónde está esto o aquello, o en qué posición se siente más cómoda, este pedazo de país sería un poco menos caótico. Pero la mitad de los «tigres» que dicen «echar el palo del año» solo están para apuntarse otra raya.
Desde que supe de la existencia del clítoris y para qué está ahí, le monto guardias cederistas entre mis dedos y lengua. Me advirtieron que los senos no son esponjas de fregar, ni los pezones unos pads de Dj ni los labios no son, tampoco, la cáscara de un boniato. Asumí que esa estructura ósea, templando encima mío, no es el maniquí de una tienda MLC.
No me avergüenza preguntarlo todo. Hace tres años, una muchacha, al ver mi despiste queriendo encontrar su punto G, me explicó la «teoría de la batea». «Es como si fueras a lavar tus dedos en una batea, que tiene una formación rugosa. Cuando metas los dedos y sientas esa rugosidad, estás cerca, pero no es ahí. Sigue hasta el final del lavatín y me sentirás gritarte que no pares».
En lo que el palo va y viene, una relación sexual tiene cuatro etapas. Según los estudiosos, toda una estrategia tipo «Age of Empires»: la excitación Díaz-Canel, la base de todo, ese preliminar del cual se desprende todo lo demás. La etapa meseta es la antesala del orgasmo. Es el momento de fundirse, extendiendo lo más posible el acto sexual. Aunque de nada te servirán en esos minutos los videos porno que has visto. Dejas la piel en el terreno.
Estás a punto de llegar al orgasmo, pero tú no eres tacaño, tú repartes, así que afinca y entona. Para cuando llegue la etapa de la resolución, tú habrás eyaculado. Ella, en cambio, puede haber logrado el doble o el quíntuple de tu orgasmo. Sin embargo, es posible que no le baste y habría, entonces, que bajar al pozo, o poner tus falanges justo donde diga. Procura no perder el ritmo y háblale, no dejes de hablarle nunca. Ella no te estará escuchando, pero en su implosión hará eco cada forma que tome tu voz. Luego, ya la refracción hará lo suyo.
También puede pasar que no lo logres. Que tú sí, ella no. Y, lo que es peor, que no te lo diga porque se supone que no hablen de eso. No fue establecido como un asunto a debatir, al menos en los tiempos vividos. Pregunta si puedes. Es por tu bien. Si la intuición te falla o no te importa saber qué pasó, acabarás siendo un «tigre» más.
Lily
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Genial este escrito. Algunos tigres deberían leerlo
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elenin
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me gusto mucho el escrito por el doctor muy sabio , muy bien explicado ,, me siento muy a fin con lo escribió en su artículo …. varias personas deberían de reflexionar acerca de este tema . pero bueno al final hombres son hombres y bueno …!!!! por última vez gracias ❤️
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Bet
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La cama siempre fue otro escenario de poder en el que el hombre como de costumbre confundía el silencio con la victoria.A día de hoy también nos toca a las mujeres aprender a decir, a sentir y a que eso importe. Nos acostumbraron a aceptar lo que nos dan como suficiente y a más de una le avergüenza protestar, como si fuera su culpa, como si estuviera defectuosa… En mi opinión antes de enfrentarse a los “Tigres” las “damas” deben saberse Tigresas y no rayas 😜
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Yeison
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Creo que mejor explicado no puede estar.Yo conozco una pila de que en realidad no son más que hurones.Pero me da placer decir que he logrado orgasmos en muchas mujeres y no me considero un
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Olivia
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Ojalá y esos “tigres” se detuvieran a leerlo. Me gustó mucho, tiene tacto gentil.
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Meli Cores
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Mientras leía el artículo estaba en un carro de camino a la Habana, el chófer iba rápido, o eso cría él. Rápido iba mi respiración al leer un texto como ese.
Gracias Ricardo Acostarana , gracias María Lucía.
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Carolyn
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La forma en que escribes captó mi atención por completo, vamos q eso de la guardia cederista le ha quedado.. joyita👌.
Te leo a partir de ya.
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