Un saludo estaría bien. Uno o dos elogios de una desconocida en Messenger tampoco molestarían. Pero las insinuaciones en los pocos mensajes que Acuario recibiera aquella noche de febrero estaban muy claras. «¿Por alguna casualidad tú me estás acosando? Lo siento, pero a mí no me gustan las mujeres».
La casa de Yojanier era apretada y modesta. Desde la avenida 34, una de las más céntricas del Cotorro, pasillo al fondo, se veía la típica puerta de madera que se descuida con el tiempo. La cocina y la sala compartían los mismos metros. Yojanier disfrazó el desorden para recibir al invitado. El piso limpio, las sábanas estiradas, pero la ducha sin remedio.
Algunos encontrarán absurdo plantear la pregunta. «¡Maricón, lo hiciste porque te gustaban los tipos!» Otros entenderán que detrás de cada gay que se declara, hay una historia de vida, una serie de anécdotas tragicómicas, a veces más adversas que graciosas.
Cuatro años es tiempo suficiente para abarcar más de 5 profesiones, ofrecerme en matrimonio 10 veces e idear irme del país por todas las formas ideables.