Visitas a un clóset cerrado: «Mi vida siempre ha sido un engaño, solo sé que no voy a estar actuando toda la vida»


1,559 Vistas
(Ilustración: Samada)

Un saludo estaría bien. Uno o dos elogios de una desconocida en Messenger tampoco molestarían. Pero las insinuaciones en los pocos mensajes que Acuario recibiera aquella noche de febrero estaban muy claras. «¿Por alguna casualidad tú me estás acosando? Lo siento, pero a mí no me gustan las mujeres».

Acuario sabe que tiene que frenar la situación antes que se salga de las manos. Se teme a ella misma y prefiere alejar las preguntas que siempre le surgen cuando una mujer se le acerca. «Era una rubia muy bonita, yo me asusté. Aunque a decir verdad, este tipo de reacción yo la tengo tanto con hombres como con mujeres, cuando siento que me acosan. Solo que, al ser una mujer, reaccionar así era un poco más obligatorio».

Acuario conoce la ley y la trampa. Solo le cuenta a su novio que alguien le ha cortejado cuando estos fulanos o menganas no le interesan en lo absoluto. Esta vez, como la situación no le compromete, le habla de la rubia. «Mami, escríbele, vamos a hacer un trío con ella». La idea le aterroriza. Su novio de tres años ha asumido que ella es bisexual, aunque nunca se haya tocado el tema. Acuario le dice que no acepta el ofrecimiento.

El novio se va de voluntario a un centro de aislamiento de infectados por covid-19. Acuario está sola en casa. La curiosidad empieza a visitarla insistentemente. Decide abrir el viejo chat con la desconocida, sin saber a dónde podría llevarla esto.

Varias semanas después la historia es mucho más profunda e intensa que aquel intercambio inicial. Han estado hablando sin tapujos de ningún tipo. En estas semanas se han estado intercambiando fotos desnudas, cuidando siempre que no salgan sus rostros. Acuario ahora es otra. Por primera vez reconoce que se ha excitado viendo fotos de una mujer desnuda, de una bella mujer que abiertamente le ha propuesto tener sexo con ella.

«En ese punto tuve que asumir finalmente, para mis adentros, que yo era bisexual, que tenía deseos sexuales por las mujeres», explica.

Acuario hace las coordinaciones para encontrarse cara a cara con la desconocida y quitarse la careta voluntariamente por primera vez. Pero la rubia nunca asiste a la cita. Quizás haya sido un perfil falso.

Acuario no solamente ha callado que es bisexual, sino que ha silenciado también a su propio cuerpo cuando le ha reclamado el goce lésbico. En este febrero último la prisión de su mente abrió las rejas. A pesar de no haber cita, este primer acercamiento virtual y consentido con una mujer, ha dejado a Acuario lista para explorar otros cuerpos como el suyo.

«Me he vuelto fría y cerrada, no creo en el amor. Pero sé que pronto llegará alguien con quien yo pueda liberarme, al menos sexualmente. Eres la primera persona a la que le digo que soy bisexual».

Acuario es una muchacha de 26 años aparentemente común. No se viste de forma exótica, ni tiene un currículum ruidoso de becas en el extranjero o noches en bares caros de La Habana. Cuando conversa, usa la palabra que más le place, la más adecuada para empatizar, así sea una obscena. Unido a esto, el pelo negro rizo que enreda y desenreda mientras esclaviza a sus oyentes con su lenguaje extraverbal, delata una artista.

A pesar de esto se ha hecho ingeniera hidráulica, hace 2 años, por esa suerte que sorprende a los que están abiertos a los más inesperados caminos. Pero su corazón es esteta. Su alma pertenece a las tablas. Vibra junto a una guitarra o en una pasarela.

De niña conoció el ballet, junto con la pena que le ocasionaba ser la chica de bajos recursos. Los padres de Acuario, ingenieros y profesores universitarios, no podían reorientar las finanzas, destinadas a llenar un refrigerador a principios de la década del 2000, para satisfacer las costosas inversiones que requería la hija para ser artista. Lleva varios años por las peñas capitalinas con los diversos grupos de teatro de los que ha formado parte. En la actuación ha encontrado un derrotero.

En su vida Acuario ha evadido recuerdos, los ha escondido donde mismo puso las preguntas que venían a atormentarla. Se inquietó con la pesadilla que viviera en su círculo infantil, cuando una amiguita tocaba cada rato sus partes inmaduras. Ella también respondía en aquel entonces con un roce generoso e insistente. Al llegar a casa, los padres notaron las partes íntimas de su hija enrojecidas. La monilia fue la respuesta que asumieron. La pequeñísima Acuario mintió por primera vez.

«Luego de muchos años, supe que era algo prácticamente normal a esa edad, que no era un indicador de que yo sería lesbiana. Pero durante mucho tiempo, haber tenido esta experiencia me creaba dudas».

Acuario afirma que también postergó revivir aquel recuerdo de octavo grado, donde saliendo de sus clases de guitarra, se sintió acosada en la calle por una pareja de lesbianas adultas.

Hasta los 15 años fue un ave presa pero feliz. Se becó en el preuniversitario Vladimir Ilich Lenin. Lejos de casa, sus alas comenzaron a crecer y a tomar fuerza. En un cuarto de la escuela, 10 niñas de contextos y personalidades heterogéneas fueron venciendo la timidez, y conociendo así, el placer de abandonar la supervisión permanente de los padres.

Los senos de sus amigas le empezaban a resultar bellos, pero ella no deseaba más que mirarlos. Un beso en la boca entre dos niñas era un gesto intrascendente. Cuando más, era el performance usual de la liberalidad que se vivía en la Lenin. Acuario se fue adaptando a lo habitual del desnudo femenino, de la misma forma que se amoldó al rol que decidió interpretar.

Hija de padres estrictos e intolerantes, Acuario estaba avergonzada de lo prisionera que era. La crianza a la que fuera sometida, la había convertido en una muchacha en extremo tímida y conservadora. Como toda adolescente, ahora necesitaba influir y ser aceptada, pero con una mentalidad medieval no lo conseguiría. Acuario se construyó un alter ego para lograr su cometido. Para las 10 muchachas de su cuarto, los veinte y tantos de su aula, y los cientos de su unidad, Acuario sería de las chicas más liberales que conocerían. Presumía no querer amor ni compromiso, no importarle nada. Se vendió como la menos santa, pues así su nuevo yo podría alcanzar fama y aplausos en las tablas de la pubertad. Esto le costó el beso lésbico más sentido de su adolescencia.

Una borrachera dio el pie. Acuario venía de una fiesta, de esas esperadas recreaciones que se dan en la vocacional donde siempre aparecía algún ron malo para acompasar el relajo. «Gualfarina» le suelen llamar. Al regreso al cuarto, tomó a una amiga en brazos, a la rubia de senos más bellos entre las 10, para que no se cayera de tanta ebriedad. La amiga miró a los ojos de la también ebria Acuario y le sembró un beso fecundo, inesperado. Los ojos cerrados de ambas disertaron lascivia y borrachera en igual medida. «¡De pinga las alcohólicas estas!», comentó una de las presentes. Era el momento. Su personaje debía demostrar que era quien en realidad decía ser. Se había vendido como liberal y debía actuar en correspondencia.

Luego de esto, la confundida Acuario, la que se escondía detrás de la liberal, eligió obviar las connotaciones del suceso. Le huía al placer por temor a sucumbir ante él. Su personaje se concentraba en dignificar la libertad que ella quería para sí. Muy triste y convulso para una muchacha de 16 años.

En casa están los padres homofóbicos que ella ama, y en la escuela, amigas que debe impresionar. Por eso tuvo que ser dos, distintas a la verdadera y escondida. Pero a ciencia cierta, con 16 años, ninguna de las tres que fuera, se presumieron precisamente lesbianas o bisexuales.

Su primer novio fue un negro, cosa que dio que hablar a los racistas. Pero detrás, en los vestuarios, arrinconada en una esquina del miedo, la verdadera Acuario sabía que su deseo iba también en otra dirección.

Lo que sí no es parte de este show, fue que Acuario encontrara en David un hermano. David era gay. Él nunca lo habló con Acuario, ni siquiera luego de aquel pacto de amistad que hicieran a medianoche y escribieran en un papel, que ella conserva. Sabía que su amigo escondía, tras la falta de cariño, una sexualidad reprimida. Quizás David supo que su amiga se cubría también en un rol equivocado. En ese enlace de amor recíproco, no confesar fue parte del cuidado que cada uno dio a sus egos frágiles.

«No soy yo, son las borracheras», era la explicación que Acuario se imponía en silencio cuando protagonizaba eventos lésbicos. En la Fábrica de Arte Cubano casi tiene sexo con una de sus amigas, pero lograron hacer pasar su lesbianismo por un baile provocativo destinado a encender el morbo de los machos que pagaban los tragos.

«Yo tiendo a oprimir recuerdos, hay muchos detalles que no te puedo mencionar porque ya no los recuerdo. Yo sufro al momento y luego borro, porque no quiero repetirlo», dice Acuario cuando intenta describir el momento de su vida donde más cerca ha estado de acostarse con una mujer. Ese día su personaje fue llevado al extremo y perdió la careta en la intimidad de un cuarto.

En su misma aula de la universidad conoció a 2 personajes singulares. Ambos formaban una pareja anacrónica. Leo era un chico jaranero, un trigueño pícaro y sensual que a pesar de no tener una estatura monumental o una belleza pomposa, administraba su carisma de forma tal que lograba las conquistas más inesperadas. Era un sanguíneo en toda la regla.

Su novia de turno era una chica oscura, triste. Las razones de esta unión eran totalmente desconocidas. Cuando Acuario los conoció, llevaban algunos meses de relación. Leo empezó a cortejarla. Acuario, que siempre ha sido débil a los conquistadores y a las historias turbias, sucumbió. Se convirtió en la amante. La chica oscura, a la que nombraremos Piscis, jamás se olió el entramado. Acuario y Leo tenían un sexo espectacular. «De los mejores sexos de mi vida», dice. En medio de toda esta historia convulsa, Acuario debió simular una amistad condescendiente con Piscis, como lo hacen las chicas que conocen la ley y la trampa. Pero lo que pasaría en un viaje a la playa no estaba en el guión.

Un piquete bastante exótico disfrutaba en Guanabo de una tarde veraniega. Eran 2 pájaros, una madre, Piscis, el trigueño carismático dueño de novia y amante, y Acuario entre ellos, como muestra de que los correlatos morbosos casi siempre están ocultos pero encima de la mesa. El ron hizo lo suyo. Juegos y preguntas calientes animaron la tarde. Acuario vendió su personaje como solía hacerlo. Pero su liberalidad despertó en Piscis un instinto del que nadie conocía la existencia.

La madre de Leo, y obviamente los pájaros, notaron que la chica oscura no solo tenía atención y cariño para su novio sino que quería dárselo a la ahora muy abierta Acuario. Hubo que seguir el juego. Por eso Piscis tomó la mano de Acuario de regreso, y a pesar de la disimulada molestia de Leo, Acuario, incómoda, siguió viviendo la liberalidad de su personaje. Jamás pensó que esto llegaría a más. Jamás pensó que ofrecerle sus piernas a Piscis, para que no fuera de pie en una apretada 400 de regreso a la Habana Vieja, le causaría tanto estrago.

Piscis, borracha y hechizada por la libertad que predicaba Acuario, metió sus manos solapadamente por debajo de sus propios pies. Sintió la vagina prohibida y cotizada, la tocó amablemente. Acuario, aterrorizada, no alcanzó a detenerla. El miedo a provocar un desplante, y el placer indiscutible que nunca se había permitido pero que era ahora una necesidad imperativa, la hicieron fluir tímidamente. La mano siguió secretamente hurgando durante unos tensos minutos de silencio cómplice.

«Mija, quédate en mi casa, para que no tengas que irte a esta hora para el Cotorro. Yo vivo ahí mismo en Centro Habana», propuso Piscis.

Acuario no lo encontró demasiado peligroso, ya que Leo supuestamente también se quedaría ahí. Al fin de cuentas Piscis era la novia oficial. «En todo caso, haremos un trío, y él sí que me gusta», pensó la acorralada Acuario.

La sorpresa se dio frente a la puerta de Piscis, donde Leo advirtió a Acuario que no se quedaría. El desagrado de él era obvio. Al gato no le gusta que lo arañen, y se sentía traicionado por ambas. Por su novia, pues por primera vez le mostraba una arista lésbica que él desconocía, y por su amante, que estaba a punto de levantarle la jeva. «Ahora asume», fueron sus palabras antes de marcharse.

La frialdad de la aristocrática casa de Piscis paralizó a Acuario. Una casa inmensa, de costosa y hermética decoración. Una abuela amargada dio las buenas noches antes de retirarse a su cuarto. Las muchachas se dispusieron a bañarse. Luego, con el split encendido, y vestigios de una ebriedad que se despedía, comenzó una conversación íntima que le dio a Acuario más temores que confianza. Parecía una muchacha que no estaba bien de la cabeza, que tenía algún trastorno.

Los objetivos de Piscis eran claros, y a decir verdad, no estaba usurpando ningún territorio ajeno. Había estado poniendo el queso y Acuario comiéndose cada pedazo. Pero todavía Acuario no estaba lista para esto. Tampoco la chica era su sueño ideal para la iniciación lésbica.

Llegó el momento de quitarse la careta: «Mira, yo no soy lesbiana. Todo lo que has visto de mí es un montaje. Yo me presento como la más liberal, pero a la hora de la verdad no hago nada de esto. Discúlpame, pero entre tú y yo no puede pasar nada. Discúlpame si te hice entender otra cosa».

Avergonzada Acuario de sí misma, durmió intranquila. Rezó a todos los santos para que la rubia oscura y friki, evidentemente determinada en su misión, no le metiera mano en la madrugada. Por suerte la muchacha acotó el «no». Fue la primera vez que la Acuario liberal era desenmascarada. No obstante, la tímida y conservadora que estaba detrás del papel, vio la luz en ese entonces.

Dice Acuario que del 1 al 10 los hombres le gustan un 11. A las mujeres las sitúa en un 5. Quizás le excita solo la idea del sexo oral, la experiencia que más se le ha repetido en sueños. Como sea, prefiere que tener su primera relación sexual con una mujer mayor, de mucha experiencia en estos senderos.

Antes de febrero jamás pensó en declararse bisexual. Ahora se lo plantea, pues su reloj biológico la está torturando. El personaje encarnado durante 26 años, le ha dejado más penas que logros. Hace tiempo prescinde de los aplausos que aquella adolescente de preuniversitario necesitó. Le aconseja a los que, como ella, viven en el clóset, que no se apuren. Que hagan lo que sientan cuando sus ideas estén claras. Y de los que los critican, pasa. El clóset hay que entenderlo antes que reprenderlo, y en sus propias palabras, «nadie puede juzgarte, solo tú misma».

Acuario ha decidido que es tiempo de ser ella misma. No tiene apuro, pero ya se cansó del peso de ser tantas y nunca haber sido la real. Está dispuesta a asumir los placeres y las consecuencias familiares y sociales que puedan tocarle.

«Quizás de aquí a 5 años debas repetirme la entrevista», me dice mientras se ríe, «pues ya habré salido totalmente del clóset y la historia tendrá muchísimas más partes».

Nos tomamos el último sorbo de la botella, y le digo que la entrevista ha sido un éxito. Que la entiendo y no la acuso, que vengo de un clóset semejante al de ella, y que entiendo que tiene que ser feliz, y que hay muchos obstáculos. Me cuenta que está trabajando en una nueva obra donde hace el personaje de una puta que es traicionada por su esposo y por otro hombre.

Volvemos a reírnos hasta el cansancio por los caprichos del universo. Cerramos la cuenta, pagamos, y me advierte que nos ha salido cara la entrevista, pero que ha sido un total desahogo para ella.

«Mi vida siempre ha sido un engaño. Sigo con mi máscara, no sé hasta qué día estaré con ella. Solo sé que yo no voy a estar actuando toda la vida. En algún momento la obra se tiene que acabar, y entonces vendrán los aplausos».

Comments (2)

  • Avatar

    Manu

    |

    El autor es pájaro, tortillero, elegebeteísta… como usted guste llamarme 🤣😎

    Reply

  • Avatar

    teo

    |

    My interesante que el autor llame “pajaro” a los gays y lesbianas (en vez de “tortilleras”) a las mujeres que se gustan entre ellas. Un termino peyorativo y ofensivo para los hombres y uno mas elgante para las damas. Seria el autor “tortillero”?

    Reply

Haz un comentario