Almanza, el marginal
«No era ni podía ser jamás un revolucionario. Yo era discípulo de Martí. Una mezcla de lucidez martiana y familiar, y de estupidez marxista y fidelista adquirida, pero desechable».
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«No era ni podía ser jamás un revolucionario. Yo era discípulo de Martí. Una mezcla de lucidez martiana y familiar, y de estupidez marxista y fidelista adquirida, pero desechable».
Benjamin decía de sí mismo: “Yo vine al mundo bajo el signo de Saturno; la estrella de revolución más lenta, el planeta de las desviaciones y demora”.
Ninguna evidencia demostró que Pete Rose apostó en contra de su equipo mientras dirigía los Rojos de Cincinnati, pero ningún comisionado ha aceptado hasta el presente su regreso al béisbol. El viejo Pete Rose firma autógrafos por 40 o 50 dólares y en algunos escribe: “Yo aposté”.
Algunos de sus villanos se han basado en gente que le cae mal, es una manera de librarse de sus rencores. En su casa verde recibe a desconocidos que se dicen fans de su obra. Y no se jubila, no para de trabajar, dibujando o escribiendo.
Desde la postura de quien fue pobre alguna vez y afroamericano siempre, cantó los tiempos del odio y el sinsentido y le alcanzó la visión para profetizar la esperanza que tanto esperan los negros en Estados Unidos.
–Me fui por ambición deportiva. Quería probarme en el mejor béisbol, hacer carrera, intentarlo. Tiene su precio, claro, pero yo quería probarme –sentencia Contreras.
No hay un personaje del imaginario afrocubano que no haya encarnado hasta el límite. Fue el velador delicado, el calesero fiel, el sujeto zalamero y barrial, un poco chismoso y preguntón, el rumbero molesto y vengativo. “Cuando la canción que yo canto me gusta más en otra voz, la saco de mi repertorio”, dijo.
Era mujeriego, fiestero, tomador, también era desprendido. Dado a conversar con quien se lo pidiese, no importaba si conocido o no. Un tipo de pueblo, el típico bonachón.
No es un campeón del exilio. No es un reivindicado del quinquenio gris. No es un funcionario del sistema. No se volvió cínico, o ríspido, o sarcástico, o cauteloso, o violento, y menos aún se plegó. Por alguna inexplicable razón, le sigue importando menos su suerte personal que la muerte de su país.
Mucho antes de tener sesenta pelucas, de convertirse en carne de presidio, de que le hundieran un cuchillo en la ingle al hombre que más feliz la hizo, mucho antes de ser llamada Lulú y de ser llamada Farah María…