Poderoso caballero es don Dinero

Poderoso caballero es don Dinero

Los medios oficialistas no dicen nada de la entrada de un yate a Nazabal; nada sabemos de sus tripulantes, de los motivos que los trajeron hasta acá

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Yate en la playa Nazabal (foto redes sociales)

LA HABANA, Cuba. – Otro rumor sin confirmaciones cobra fuerzas en la isla; siempre lo mismo, cada día un murmullo nuevo, un cuchicheo que raramente se valida. Y este de ahora me llevó a ciertos días de infancia. Sentado en mi casa de La Habana volví a Encrucijada después de tantos años de ausencia, y hasta trepé a ese trencito, al mismo que hace años subíamos todos los muchachos en medio de gran exaltación y haciendo algarabía, ese trencito al que llamábamos Gascar, aunque el gas no propiciara su movimiento, al menos en esos años en los que lo montaba yo, y después tampoco.

En aquel Gascar viajaba yo a Nazabal; y ahora, sentado en mi casa de La Habana viajé otra vez sobre aquellos rieles, y llegué a Nazabal, la playa más cercana al pueblo, y volví a desandar ese muelle que aún permanece, enorme,  en mi memoria, y hasta me paré en la “meseta” desde la que tantas veces me lancé para entrar de cabeza al agua, para nadar luego mostrando cierta destreza, y hasta escuché los chillidos de mi madre para que no me alejara demasiado. Recordé a los amigos de esos años, y a la playa.

Sentado en mi casa de La Habana miré de nuevo al mar que crece en esa distancia enorme y con apariencia de infinita. Miré ese mar que usaron tantos coterráneos para escapar, para llegar a la tan soñada Florida, incluidos algunos amigos. Miré… estuve recordando aquella playa, de la que algunos se atreven a asegurar que es uno de los puntos más cercanos a la Florida, esa Florida que está en el imaginario de muchos, en el sueño de tantos, y recordé a los, casi innumerables conocidos, que atravesaron ese pedazo de mar, y también me pregunté cuántos habrán quedado en el camino, en las profundidades de esa mar que separa a Nazabal de la Florida.

Y fue un murmullo lo que puso a la playa en mi pensamiento, pero no fue el rumor de las olas quien me hizo recordar; lo que me llevó al viaje imaginario fue un video que apareció en las redes, ese que asegura que fueron sorprendidos, mientras intentaban desandar la costa de esa playa, unos cubanos en un yate, un navío que fascinó a algunos pobladores de esa Nazabal de mi infancia. Y volví otra vez sobre la pasión que despertaran siempre, en los habitantes de esas costas, y del pueblo donde nací, los barcos seguros para conseguir las escapadas luego.

Se dice que no fueron pocos los que hicieron fotos al yate, que luego se hicieron visibles en las redes. Se dice que venían cargados de dinero, maletas de dinero, billetes grandes que sumados hacían millones, que “hicieron la boca agua” a quienes pusieron sus ojos en la embarcación, pero esto último puede ser solo fruto de la imaginación de esos cubanos tan pobres que sueñan con dinero, y con dinero, y con cualquier cosa que no tengan. Dicen en las redes que llegó un barco tripulado a la playa Nazabal, con mucho dinero, pero yo no conseguí saber si era verdad o era mentira, si eran alucinaciones de esos “viajeros inmóviles” que sueñan con sus posibles desplazamientos, con alejarse para siempre de estas costas.

Lo que sí me resulta curioso, y en extremo, es que los viajeros no fueran detectados por esas tropas que cuidan las fronteras, los que las guardan para que nadie consiga entrar ilegalmente  al país. Esos hombres que vigilan noche y día, esos que patrullan las costas para detectar la droga que recala con frecuencia, no vieron el yatecito ni a quienes venían a bordo cargados de dinero, ese dinero que sabrá Dios de dónde salió. Nadie supo nada, y ni siquiera la prensa glosó los rumores, a pesar de los comentarios en internet, pero a eso ya estamos acostumbrados. ¿Qué estaban haciendo los guardafronteras? ¿Acaso estaban dormidos?

¿Será que los guardafronteras ya no son tan despabilados? ¿Será que el rumor de las olas consigue adormecerlos, hipnotizarlos? ¿Será que se emborrachan para que los días y las noches fluyan rápidamente, para no sentir las picadas de los mosquitos? ¿Será que hay “gato encerrado, que el gobierno no protegerá mucho las fronteras, sobre todo si los que llegan vienen cargados de dinero? ¿Será un truco, una componenda? ¿Qué será realmente lo que pasa?

“¡Lo que pasa es lo que pasa!”; así respondía un vecino de mi abuela paterna cuando le preguntaban si no comía pollo. “Que no como pollo…? Lo que pasa e’ lo que pasa!”; así respondió siempre, suponiendo que los otros estaban al tanto de lo que pasaba realmente, eso que le impedía comer pollo. ¿Y qué será lo que pasa ahora? Sin dudas no tenemos otra certeza que esa que advierte que las fronteras no están muy bien cuidadas, al menos no para impedir la entrada de cubanos que llegan con maletas repleticas de dinero.

¿Y por qué no nos advierten de ese “recalo de gusanos“? Es raro que no se diga nada sobre el asunto, sobre todo después que negaran el indulto a Harold Alcalá Aramburo y a Maykel Delgado Aramburo, esos primos que fueron condenados a cadena perpetua después de que secuestraran la lancha Baraguá hace algo más de diecisiete años, en aquel proceso que puso frente al pelotón de fusilamiento a Bárbaro Leodán Sevilla, Enrique Copello Castillo y Jorge Luis Martínez.

Resulta raro que la televisión nos advierta, sobre todo en estos días de COVID-19, los robos y las “tropelías” de algunos cubanos, y ahora deja a un lado la llegada a Nazabal de este “barquito”, sin que se recuerde que hace poco más de tres años los guardafronteras cubanos firmaron un acuerdo con el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos para enfrentar la emigración irregular y el tráfico de personas. Sin dudas aquí hay “gato encerrado”, y si no hacen visible esta entrada ilegal, estarán incumpliendo ciertos acuerdos, estarán propiciando la llegada de otros barcos y otras cargas.

Hace poco más de dos meses el Departamento Nacional de Capitanías de Puerto, advertía el hallazgo de varias embarcaciones en Guantánamo, en Holguín y en Camagüey, pero ahora no dicen nada de la entrada de esta a Nazabal; nada sabemos de sus tripulantes, de los motivos que los trajeron hasta acá, a pesar de que las redes sociales lo adviertan con insistencia. ¿Por qué tanto silencio? ¿Será que no cumplirán lo pactado hace tres años? ¿Será que, si el que llega trae consigo mucho dinero, será recibido con los brazos abiertos, con aplausos, con indulgencias? ¿Será este un “nuevo” negocio? ¿Será que entre los tripulantes estaba algún conocido? ¿Será que los guardafronteras y el gobierno aplaudirán estas entradas de dinero?

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Acerca del Autor

Jorge Ángel Pérez

Jorge Ángel Pérez

(Cuba) Nacido en 1963, es autor del libro de cuentos Lapsus calami (Premio David); la novela El paseante cándido, galardonada con el premio Cirilo Villaverde y el Grinzane Cavour de Italia; la novela Fumando espero, que dividió en polémico veredicto al jurado del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2005, resultando la primera finalista; En una estrofa de agua, distinguido con el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar en 2008; y En La Habana no son tan elegantes, ganadora del Premio Alejo Carpentier de Cuento 2009 y el Premio Anual de la Crítica Literaria. Ha sido jurado en importantes premios nacionales e internacionales, entre ellos, el Casa de Las Américas

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