Sin orgasmos no hay Revolución

La primera vez que vi una película porno con alguien fue junto a mi actual pareja. Él lo propuso como incentivo para un encuentro erótico. Como un tímido experimento, digamos. No dudé en aceptar, porque no supuso sacrificio ni extrañamiento para mí.
La cosa iba muy bien, hasta que asomó la crítica. Ese día, el espectáculo comenzó con una película de Alexis Texas, una rubia notable por sus atributos de clásica estrella porno (grandes senos, mayor trasero). Mi novio seguía disfrutando el espectáculo, pero ¿y yo?
La actriz hacía su trabajo con dedicación. No hablo en tono satírico, pues asumo que quien realiza este trabajo, si lo hace por decisión personal y libre de coacción, es tan dignx como cualquier obrerx que vende su fuerza de trabajo. Alexis se movía armoniosamente encima de su compañero de jornada, mirándome con morbo, rompiendo la cuarta pared, gimiendo «de placer».
En la mayoría del porno cisheterosexual la cámara solo mira a las actrices. Los hombres quedan reducidos a un pene, a no ser que se trate de un ejemplar de categoría como Nacho Vidal, por ejemplo.
El porno predominante está hecho para hombres heterosexuales y cisgéneros, que temen ser tocados en la zona «tabú» de su cuerpo y que realmente serían incapaces de lograr, con los métodos expuestos en esas películas, que una mujer tenga un orgasmo. Eso, sin mencionar la coreografía de posiciones y gestos que limitan el sexo a categorías como «oral», «anal», «duro en cuatro» y otras por el estilo.
En este género del porno aparecen mujeres que no existen. Sin marcas ni cicatrices. Busco algún lunar extraño, alguna grieta que me recuerde algo de la historia de esas mujeres, pero no hay nada. Están esculpidas por el maquillaje. Hablo de la pornografía de producción industrial, no de los videos caseros o amateurs que francamente prefiero a estas alturas.
Tengo que cuestionarme por qué el porno que llega a mí es, en su mayoría, cisheterosexual, blanco y conservador. ¿Dependerá de mis proveedores? Todos son hombres.
Cuando le pregunté a una compañera de aula si consumía porno, me miró con una risa nerviosa y dijo que no. Para la mayoría de las mujeres cubanas consumir porno es un acto repugnante. Recuerdo una anécdota adolescente. La madre de mi primo descubrió unas películas en su laptop y se lo dijo a mi madre delante de mí. La respuesta fue: «Alégrate, era porno normal». Eran escenas heterosexuales. Seguidamente mi madre me miró muy seria y dijo: «A ti que no te dé por ver esas cosas». Pregunté por qué él sí y yo no. La respuesta fue: «Eres mujer».
En resumen, homofobia aparte, por ser mujer no debo explorar mi sexualidad, ni la ajena. Por ser mujer debo llegar al sexo desprovista de referentes y «pura», para que mi pareja sexual, siempre hombre, aplique en mí todos los estereotipos que aprendió en sus pornos hegemónicos y trasnochados que no incluyen la posibilidad de mi orgasmo. Afortunadamente este tipo de acontecimientos me abrió un mundo de dudas. Se tradujo en la búsqueda de un porno diferente, que hoy todavía me cuesta conseguir, porque la mayoría de mis amigxs consume más del mismo porno heterocoreográfico.

Tiempo después, pude preguntar a algunas amigas lesbianas sobre sus gustos en cuanto a pornografía. Con ellas supe que sus experiencias y las mías no eran muy diferentes. El porno lésbico también está lleno de estereotipos y utiliza herramientas de un machismo similar, porque buena parte de él está destinado al público masculino.
Estos vicios vienen desde mucho antes. Solo un año después de que en 1895 los hermanos Lumière mostraran en público las primeras imágenes en movimiento, Eugène Pirou y Albert Kirchner dirigieron «Lèar», la primera cinta pornográfica de la que se tiene constancia.
El cine porno surgió para satisfacer las fantasías sexuales del hombre. No se concebía entonces que una mujer tuviera acceso a este tipo de materiales, aunque el cuerpo femenino estuviera precisamente al centro de esas películas.
Hemos luchado por los derechos de la mujer en todos los ámbitos posibles, pero mi mamá y la mayoría de las madres en un país como Cuba, un país que hizo una revolución, siguen teniendo un afilado repertorio machista en torno a la sexualidad.
En Cuba no hubo una revolución sexual. El sexo no fue desmitificado en el imaginario social. Esa catarsis que necesitan los seres humanos para romper los estereotipos de género y de todo tipo, ocurrió, si la hubo, en el interior de cada persona.
El porno sigue siendo ilegal en Cuba. A más de un ingenuo lo han botado de la universidad o de su centro de trabajo por utilizar internet para descargar películas clasificadas como «XXX». Las frustraciones sexuales de un país se manifiestan nuevamente en el que castiga y en el que clandestinamente desafía al sistema para canalizar su fantasía erótica.
Internet provee, sea legal o no en diferentes países, infinidad de opciones de pornografía gratis. El consumidor puede encontrar lo que quiera, ya sea hardcore (fuerte y con sexo explícito), softcore (de penetración simulada), gonzo (centrado en el acto sexual en sí) o argumental (que cuenta una historia con sexo colateral). También satisface plenamente cualquier disposición zoofílica, sadomasoquista, orgiástica, etc.
Según un estudio de la Universidad de Harvard (EE.UU.), realizado por el economista Stephen Davidowitz, «Las mujeres representan solo el 21% del número total de visitas a páginas pornográficas» y prefieren ver videos de otras mujeres practicando sexo, no de parejas heterosexuales. Además, con los resultados a la vista, añadió que el 62% de las mujeres prefieren disfrutar del sexo extremo y de sumisión. La mayoría de los consumidores de pornografía, por ende, son hombres y en el caso de las mujeres, la pornografía cisheterosexual no está dentro de lo más demandado. La cultura de la sumisión, en cambio, se impone en el gusto femenino. Así de codificadas estamos, así de reprimidas.

Ideas como esta arruinaron mi trío con el porno y mi novio. Me gusta la pornografía y tengo un repertorio amplísimo de filmes consumidos de todo tipo. Prefiero los de sexo entre hombres, porque se centran en la figura masculina y no solo en la mujer. Disfruto en segundo orden el porno lésbico, como la mayoría de las mujeres, según Davidowitz, por la sensualidad que tiene.
Confieso no haber revelado aquel día a mi pareja mis gustos en materia de porno. Fue un proceso lento en el que poco a poco le di a conocer mis entramados sexuales más atrevidos y diferentes. Hoy los conoce todos, comparte algunos, tolera otros.
Vemos juntos las películas de rubias que cabalgan tipos inexistentes, las de lesbianas minuciosas o las de maricones escultóricos. Nos esforzamos por complacer la perversión del otrx.
Es tiempo de revolucionar el pensamiento y desconfigurarnos para que la hegemonía cultural no llegue hasta nuestros orgasmos. Nosotras, las feministas, tenemos que deconstruir la representación de la mujer en todos los ámbitos. El porno es el medio más eficaz que ha encontrado el capitalismo para educarnos en la sumisión y en complacer al hombre, sacrificando nuestro placer. Es una herramienta oculta en lo profundo de los archivos del patriarcado para dominarnos y cosificarnos.
En materia de pornografía hay mucho que resolver, comenzando por la trata de personas, la privacidad, la cosificación femenina, masculina, transexual, pero el plano que analizo es mucho más amplio.
El conflicto es el sistema en sí, tanto el capitalismo, que impone modelos de consumo, como los socialismos, que aún no encuentran el modo de resolver este tipo de desigualdades. La Revolución tiene que ser proletaria y también verde, pero tiene que ser, ante todo minuciosa, y replantearse una por una las estructuras sociales existentes. La Revolución tiene que incluir también los orgasmos de todxs.
*Este artículo apareció originalmente en Comunistas Blog. Fue editado con autorización de la autora e ilustrado especialmente para Tremenda Nota

Óscar Alejandro
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La Revolución fracasada tiene que simplemente desaparecer. ¡Y que viva el porno!
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Gunnar
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Habla usted cosas que son verdaderas pero las maneras en que las aborda y las soluciones que le da son absurdas. Además de las causas que propone sobre el capitalismo son comprensibles hasta cierto grado pero la sola idea de un patriarcado es absurda. Últimamente todos quieren ser revolucionarios y luchadores por la justicia sin ver que caen en el mismo engaño; las nuevas revoluciones que tanto gustan en estos momentos son otro producto comercial disfrazado de justicia y moralismos. Por favor, también utilice el español como es debido, es horrible tener que leer el mal llamado “lenguaje inclusivo”.
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Antifeminazis
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Menuda ofensa al idioma español tu artículo del orto y otra cosa, la pornografía de lesbianas esta buena pero tampoco hay que exagerar señor
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Melisa Cores
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Excelente artículo😌👏🏽encantada con su trabajo y mis felicitaciones 😌👏🏽
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Alan Brito Prieto
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En el contexto actual esta claro que con “revolución” ya se vuelven escasos los orgasmos….lo digo por los condones, que están perdios. 😂
Por cierto que va cambiar las vocales por x.
Lenguaje inclusivo tal vez? No me j….. 😂
Por Diossssss, es un insulto a los que nos gustan leer.🤬
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