Altos precios y mala calidad: el abuso como forma de gobierno

Altos precios y mala calidad: el abuso como forma de gobierno

Aunque la campaña del régimen apunta otra vez a los cuentapropistas, la especulación parece potestad exclusiva de los gobernantes cubanos, que han aumentado los precios estatales tantas veces como han querido.

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Muchos cubanos se han visto obligados a retrasar la compra de los mandados en la bodega por no tener dinero suficiente (Foto: 14ymedio)

LA HABANA, Cuba. – Mucho hablan los dirigentes de “monitorear” y sancionar el aumento excesivo de los precios por parte de los vendedores y comerciantes particulares. Pero, ¿quién nos protege del Gobierno? Los precios estatales fueron aumentados arbitraria e indiscriminadamente sin que hubiera nadie capaz de ponerles coto.

Tampoco hay quien vele por la calidad de los alimentos. En lugar de ello, los inspectores se dedican a multar a los particulares y a procurarse sobornos. No les importa para nada el bienestar del pueblo, sino “resolver su problema”. Mientras, el Estado vende impunemente artículos y alimentos cuya baja calidad no se corresponde con sus elevados precios, como, por ejemplo, arroz húmedo y maloliente a siete pesos la libra, frijoles viejos a 14 y 16 pesos, o viandas llenas de tierra, lo que, además, aumenta el peso y por lo tanto el costo. 

Un vecino protesta: “El Gobierno es el culpable de que los particulares suban los precios y de que no haya comida, porque venden unos frijoles duros y cascarudos. Prefiero pagárselos a 30 y 40 pesos a los particulares, que los venden frescos. Total, lo que me ahorro con los frijoles del Estado me lo voy a gastar en gas para que se ablanden”.

Lo que agrava la crisis alimentaria no es solo el desabastecimiento de los agros estatales, sino el acoso del régimen a los cuentapropistas que venden alimentos. Hace dos días, mientras una amiga compraba pepinos frescos y de calidad a un carretillero, llegaron dos mujeres ―una inspectora, la otra vestida de verde olivo―, le enseñaron sus carnets y se lo llevaron, por lo que mi amiga no pudo concretar su compra. Sobre esa tendencia, que se prolonga ya demasiados meses, algunos comentan con suspicacia: “Ellos lo que quieren es obligar a uno a comprar en dólares, por eso no sacan nada en CUC ni dejan que los particulares vendan comida”.

Un artículo muy demandado y quizás el más representativo de tan absurdo proceder es la carne de cerdo. Nadie sabe a ciencia cierta la verdadera razón de por qué se está frenando y persiguiendo tanto su venta. Algunos especulan que los criadores de cerdos habrían detenido su producción porque el pienso y otros alimentos alcanzaron precios prohibitivos, pero eso no explica por qué son interceptados camiones particulares cargados de carne de cerdo con destino a La Habana y su carga decomisada. Solo unos pocos se atreven a venderla a escondidas. Me contó una vecina que el vendedor más cercano se la propuso en secreto.

De regreso de la bodega, un señor se queja de que la bolsa de 1 kg de sal, que correspondía a diciembre de 2020, se la cobraron con el nuevo precio de 2021 (siete pesos). La directora de Finanzas y Precios de La Habana, Grisel de la Nuez, recientemente aseguró al semanario Tribuna de La Habana que “todo precio que crezca 2,5 veces entre los trabajadores por cuenta propia, se considera abusivo y especulativo”. Sin embargo, parece que el abuso y la especulación son potestad exclusiva de los gobernantes cubanos, que han aumentado los precios estatales tanto como han querido: pasaje del ómnibus, de $0,40 a $2,00 (cinco veces); huevos, de $0,15 a $2,20 (14 veces); gas licuado, de $7 a $180 (¡más de 25 veces!). 

Y es que históricamente el gobierno totalitario ha usado los precios de la bolsa negra como referencia para encarecer sus productos. Así ocurrió con los cigarros en la década de los 90: una cajetilla costaba $1,20 antes de desaparecer de cafeterías y demás establecimientos estatales durante la crisis conocida como “Período Especial”. El precio en la calle llegó a alcanzar los 20 pesos y luego se estabilizó en 10 pesos. Entonces reaparecieron, a ese precio, en el mercado oficial. 

Un poco después, el Estado “benevolente” los “rebajó” a 7 pesos. Sorprendentemente, por aquellos meses nos contó un amigo, entonces trabajador de una fábrica de cigarros, que no se explicaba por qué el Estado no los vendía, si en la fábrica habían parado la producción y a los obreros los habían enviado a sus casas debido a que los almacenes estaban abarrotados.

Sin embargo, el más reciente atropello del régimen no está saliendo como esperaban los gobernantes: después del aumento de precio de casi todos los artículos de la canasta básica, miles de consumidores han cesado de comprar el pan de la cuota ―antes de 5 centavos y ahora de 1 peso― por su pésima calidad. Otros muchos se han visto obligados a retrasar la compra de los mandados en la bodega por no tener dinero suficiente (desde el 1 de enero de 2021 la cuota de una persona cuesta 115 pesos, sin contar los productos que se despachan por núcleo familiar y sin incluir combustible, cárnicos ni lácteos). 

Sobre las dimensiones que ha tomado la carestía de la vida en Cuba, un vecino reflexiona: “El problema no es que una cabeza de ajo esté cara en nueve pesos. ¿Qué son nueve pesos? Nueve pesos no es dinero en este país. El problema es que nueve pesos nos parece caro porque no los tenemos. El problema es que los cubanos no tenemos poder adquisitivo”.

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Gladys Linares

Gladys Linares. Cienfuegos, 1942. Maestra normalista. Trabajó como profesora de Geografía en distintas escuelas y como directora de algunas durante 32 años. Ingresó en el Movimiento de Derechos Humanos a fines del año 1990 a través de la organización Frente Femenino Humanitario. Participó activamente en Concilio Cubano y en el Proyecto Varela. Sus crónicas reflejan la vida cotidiana de la población.

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